Aurelio Maroto
El Promociones Renova Uno terminó una temporada bastante discreta. El equipo no asimiló bien el descenso a 1ª Autonómica y ha tenido problemas incluso para mantener esta categoría. De hecho, la permanencia no estuvo asegurada hasta el penúltimo encuentro liguero.
Es el efecto de un año difícil, donde la irregularidad en los entrenamientos y algunas lesiones han maniatado el rendimiento del equipo. En la primera fase no fue posible alcanzar el objetivo de clasificarse para la liguilla de ascenso y hubo que lidiar con la lucha por no descender. Aún así, había una posibilidad de repesca para el campeón de grupo, pero ni con esas. Es más, a falta de dos jornadas para el final, el Renova Uno podía descender si no ganaba al menos un partido. Menos mal que esa victoria llegó y los temores se disiparon, aunque el regusto amargo duró hasta el último partido, con derrota en casa frente al Carranque, que llegó con sólo 6 jugadores.
El entrenador, Ángel Crespo, ha mezclado sensaciones tras cada partido. En ocasiones se ha despachado a gusto contra sus jugadores por indolencia, pero en otras les ha felicitado por dejarse la piel sobre la pista. Sentimientos ambivalentes que exhiben el diente de sierra que ha sido el equipo durante todo el año.
Queda el poso de que la “generación de oro”, esa que ha llevado al baloncesto solanero a las cotas más altas de su historia con varias temporadas en 1ª Nacional, ha tocado fondo y necesita relevo. Lo bueno es que lo tiene. Ahí están los “junior de oro”, que están disputando la fase de ascenso a la categoría especial y los cadetes, que el viernes se proclamaban campeones provinciales. Es el fruto del buen trabajo que se está haciendo con la base. En realidad, la gente del Renova Uno, tanto jugadores como entrenadores y directivos, son una “familia” que tiran del baloncesto local y a la que hay mucho que agradecer.
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